"No sé si las
cartas que he escrito lleguen algún día a su verdadero destinatario, o por el
contrario, se queden vagando en el espacio infinito sin que lleguen a ser
leídas jamás por un ser inteligente. Pero, si estás leyendo esta carta, por
favor, reúne las demás, cueste lo que cueste, búscalas, pues no quiero que mi
historia pase desapercibida como yo misma era invisible en mi vida humana. Ojala,
si estás leyendo esto a tiempo, seas capaz de ayudarme a mí también, pues, a
pesar de haber aprendido a amar este planeta, se encuentra en un grave peligro,
y no sé si llegará a salvarse de él o no. Todos tienen puestas sus esperanzas
en mí, pero no comprenden que yo estoy incluso más perdida que ellos. Por
favor, ayúdame a dar a conocer esta historia al mundo, y con ello,
posiblemente, puedas salvar también este planeta.
Siento poner tal
responsabilidad en tus manos, pero eres mi única esperanza.
Atte. Vangleien"
Me desperté esa mañana con el corazón
encogido y el rostro húmedo de las lágrimas que lo habían surcado mientras
dormía... O más bien mientras soñaba, que era bastante distinto. Aunque no recordaba
claramente aquel sueño; solo una mano temblorosa, más anaranjada de lo normal,
y ese sentimiento de tristeza, angustia e impotencia mientras escribía con
tinta azul oscura sobre un papel celeste.
Después de aquello, sentía en mi interior que
estaba perdiendo a alguien importante para mí, y aún ni siquiera sabía a qué
venía toda esa melancolía que parecía estar cargada sobre mis hombros, casi
como la que tuvo que soportar el titán Atlas.
Con un largo suspiro, al final decidí, igual
que cada día, levantarme de la cama, desayunar, y arreglarme para dirigirme
a mi aburrido instituto, para continuar con mi aburrida vida. Pero... fui
incapaz de olvidarme de aquello en todo el día.
Llegó de nuevo la noche y, acostada en mi
cama, comencé a pensar en aquello que parecía perseguirme... Un nombre vino a
mi mente: Vangleien...
Bueno, no merecía la pena pensar demasiado en
todo aquello, al fin y al cabo, solo era un simple sueño...
––––––
Una chica acostada en una especie de altar
verdoso, la escena bien podría recordar a aquel trágico momento de la película
de Disney en la que Blancanieves, después de haber mordido la manzana, yacía
muerta en la urna de cristal, rodeada de los llorosos enanitos. Pero había
algunas diferencias: aquella muchacha joven no estaba dentro de un bello ataúd
de cristal, y mucho menos parecía aquello un velatorio. Solo una anciana se
encontraba a su lado, quien la miraba como si así pudiera desentrañar los más
profundos pensamientos de la chica.
Poco a poco, algunos rayos comenzaron a
iluminar la escena, haciendo el escenario más claro para quien las observaba. Parecían
estar en una especie de cabaña, espaciosa y muy elaborada, pero quizás demasiado
verde. Un techo alto, de forma cónica, y la única habitación que parecía tener
aquel edificio (por llamarlo de alguna forma), formaban aquella estancia sin
esquinas. Pero lo más anormal no era eso... Conforme aquellos halos de luz
comenzaban a rozar delicadamente la piel de la chica, esta iba adquiriendo un
color naranja aterciopelado, con algunas rayas más oscuras, semejante al pelaje
de un tigre.
La muchacha yaciente, ya completamente
transformada, soltó un leve quejido, como de quien no quiere que suene el
despertador y así no tener que levantarse, pero... poco a poco, comenzó a abrir
los ojos, estirándose e incorporándose después sobre el improvisado lecho.
– Vangleien... – susurró la anciana, también distinta a como había estado hacía un
momento. Esa palabra alertó a la chica, que miró rápidamente hacia donde
provenía aquella voz gutural, y casi como un resorte, saltó asustada hacia
atrás, cayendo de la cama.
Se la veía temerosa cual animalillo
enjaulado, como si nunca hubiera visto un ser parecido al que compartía la
habitación con ella, a pesar de que se veían muy parecidas. La anciana, de
pelaje blanco, parecía querer tranquilizarla en un idioma incomprensible con
voz gutural. Pero sus esfuerzos fueron vanos, pues la chica volvió a moverse
con esa rapidez y salió de la cabaña veloz cual rayo, aunque tropezándose con
sus propios pies. Más seres como ella salieron de las cabañas que se
encontraban alrededor y, cuando la anciana salió, solo dijo una palabra que
ahora sí se entendía claramente: "atrapadla".
Todos se abalanzaron sobre la chica, pero
ella consiguió esquivarles, aunque con movimientos muy torpes y nerviosos. La
única salida que tenía era hacia el bosque, la selva, o lo que carajo fuera
aquello que parecía solo vegetación de múltiples colores vistosos.
Los que la seguían gritaban "¡Vangleien!
¡Vangleien!" como si eso la fuera a detener, pero al cabo de un momento,
ya la habían perdido de vista. La chica se había camuflado entre unos arbustos
de un color parecido al de su pelaje, con las manos sobre su rostro para no
soltar ningún sonido que la delatara, respirando agitadamente.
Cuando dejaron de buscar en su zona, salió de
su escondite y se dirigió en la dirección contraria a la que los perseguidores
habían tomado.
Al poco llegó a un claro en aquel espeso
bosque. Sin duda, era hermoso, parcialmente iluminado por el sol que, ahora que
podía mirar al cielo con tranquilidad, se dio cuenta de que o veía doble, o
había dos de ellos en el cielo azul.
Escuchó el sonido del agua que al otro lado
del claro corría siguiendo el curso de un arroyo. Se acercó rápidamente a él
con la intención de usarlo como espejo, pues se notaba muy extraña y era
imposible no ser consciente de que algo se movía inconscientemente al final de
su espalda y entre sus piernas. No sabía qué la había sorprendido más, si el
color violáceo del agua o su propio reflejo sobre ella. ¿Aquello era un hocico?
¿Dónde estaba el rostro que conocía tan bien? ¿Y esos ojos azulones y rasgados?
No podía reconocerse a sí misma.
"¡Ryyyyawr!", un fuerte ruido a su
espalda la alertó. ¿Ya la habían encontrado...? Ojala hubieran sido aquellos
que antes la perseguían, pues, al menos se veían menos amenazadores que aquel
ser que se alzaba con un gran número de patas frente a ella.
Un chillido agudo salió de sus labios,
completamente en pánico al ver a aquel ser de un color morado oscuro, con
grandes tenazas en boca y patas. ¿Se la iba a comer? Parecía tener esa
intención, no podía ser... Si lo hubiera sabido...
Se agachó, cubriéndose la cabeza con ambas
manos, queriendo hacerse una bola, esperando su final... Encima le iba a
facilitar la tarea de metérsela entre esas tenazas con esa postura... Genial...
Pero tenía miedo... Un gruñido animal y peligroso se mezcló con un chillido de
dolor. ¿Qué estaba pasando? Alzó su mirada y de repente se encontró entre las
patas de un gran animal negro, majestuoso a la vez que extraño, fascinante...
Aunque no llegaba ni a ser la mitad de la otra criatura.
Una de las garras del lagarto negro se había
clavado en el cuello del otro que tenía más parecido a un insecto inmundo, pero
rápidamente la criatura herida contraatacó agarrando una de las alas plegadas
del pequeño.
Ella desearía con toda su alma aprovechar ese
momento para huir y dejar que ambas bestias se matasen entre ellas, pero
simplemente no podía. Aquel animal negro (¿un dragón...?) parecía haber ido a
rescatarla y un sentimiento como de conexión comenzó a latir en el interior de
la pequeña muchacha.
– No mueras... Sálvame... – susurró con voz ahogada, al borde de las lágrimas.
Y como si de un conjuro se tratara, la bestia
negra se alzó sobre sus patas traseras, intimidando a su enemigo, que, herido y
viendo la imposibilidad de ganar, soltó al otro y optó por una retirada
estratégica.
La chica aún estaba muy asustada, veía la
herida del animal oscuro y cómo de ella manaba un líquido espeso. Entonces la
bestia giró la cabeza y la miró directamente a los ojos, con los suyos verdes
esmeralda reluciendo sobre su piel negra... Sin lugar a dudas, una bella criatura...
"Vuelve al poblado", pudo
escucharlo claramente, resonando en el eco de su mente, pero el animal no había
movido la boca en momento alguno. Quería darle las gracias por haberla salvado,
ayudarle con aquella herida, pero estaba clavada al suelo, sin posibilidad de
moverse. Solo asintió levemente y el animal, pareciendo satisfecho con eso,
volvió a donde parecía pertenecer, aquel bosque de cuento fantástico.
Sin decir nada más, desapareció,
abandonándola.
––––––
Esta vez me desperté de golpe, ahogándome
pero recordando todo aquel sueño como si lo hubiera vivido directamente sobre
mi propia piel.
¡¿Qué coño había sido eso?! ¡Había sido
demasiado real para ser un simple sueño! ¿Y quiénes eran aquellos seres? ¿Y
Vangleien? ¿Y la especie de bichos mutados esos?
Esa mañana llegué tarde al instituto. Solo me
había desesperado sola en la cama sin comprender nada, y luego me entretuve en
la ducha intentando quitarme aquel sudor frío que recorría todo mi cuerpo y las
imágenes grabadas en mi cabeza.
Tenía que intentar olvidarme de eso y dejar
de ser tan fantasiosa, me sentía cansada, ¡pero solo había sido un puto sueño!
Entonces, ¿por qué me sentía así? ¿Como si realmente no lo fuera?
– Responda a la pregunta, Saphire
– ¿pregunta? ¿Qué pregunta?
– Lo siento, no estaba
pendiente...
– Deje de estar en las nubes y
atienda a la clase.
Odiaba que me regañaran pero también odiaba
sentirme perdida. Una de dos, o investigaba sobre la tal Vangleien, o lo
consideraba un simple sueño e intentaba olvidarlo... El problema era que los
días pasaban, y a pesar de no haber vuelto a soñar algo así, no podía olvidar
aquellas escenas que había visto mientras soñaba...